Adelaida Peña perdió muchas cosas en la Guerra Civil. Perdió a su hermano en la batalla del Ebro, perdió a su padre fusilado por rojo, perdió las fincas de su familia y perdió el dinero republicano, incautado en 1938 por los nacionales.
Cuenta Adelaida Peña que la noche que los falangistas del pueblo fueron a buscar a su padre, la despertaron con una pistola apoyada en la sien y le preguntaron a gritos dónde estaba escondido. Adelaida, octogenaria y menuda, embozada en un vestido negro que jamás alcanzará a simbolizar el riguroso luto que guarda por toda una vida de pérdidas, acostumbrada a cantar por la mañana la Internacional Socialista, no sabe quién es el juez Garzón ni conoce sus intenciones de investigar a los desaparecidos durante el franquismo.